Así creó Steve Jobs el "mejor discurso de la historia": Estuvo a un paso de no darlo

En junio de 2005, hace ahora justo 20 años, Steve Jobs subió a un estrado en la Universidad de Stanford para dejar el que es considerado como uno de los mejores discursos de la historia. Lo que nadie sabía es que ese mismo discurso, recordado por millones y venerado como una guía espiritual del siglo XXI, estuvo a punto de no suceder.
Jobs no quería darlo. Dudó, reescribió, pidió ayuda, incluso buscó excusas para no presentarse. ¿Cómo se gestó esta intervención que se estudia hoy como un manifiesto de vida, muerte y propósito en la era digital? El Steve Jobs Archive, un museo digital creado para mantener el legado del cofundador de Apple, ha recuperado toda la intrahistoria.
Cómo nació un discurso históricoDurante años, Steve Jobs evitó dar discursos personales. Prefería los lanzamientos de productos, las presentaciones cuidadas al milímetro, las interacciones que podía controlar. Pero en 2005, aceptó dar la charla de graduación en Stanford, convencido de que recibiría un título honorífico. No fue así.
En realidad, Jobs no era ni siquiera la primera opción de los estudiantes. Preferían al cómico Jon Stewart. Pero gracias al empeño de uno de los copresidentes de la clase, cuyo padre trabajaba en Pixar, la universidad optó por invitar al CEO de Apple. Jobs, que ya se estaba recuperando de su primer tratamiento contra el cáncer, aceptó casi como un gesto simbólico. Lo que siguió fue una lucha interna digna de sus batallas más legendarias.
El discurso comenzó a tomar forma en borradores que Jobs enviaba a sí mismo, con ideas tan dispersas como consejos nutricionales o la intención de donar becas. Buscó ayuda en Aaron Sorkin, conocido guionista de The West Wing, pero este nunca le respondió con nada útil. Finalmente, recurrió a Michael Hawley, un viejo amigo del MIT, quien sería su verdadero coautor en las sombras.
La escritura a contrarrelojJobs se sentía incapaz. Dudaba de cada línea. A diferencia de sus keynotes, no podía esconderse tras gráficos ni demos. En los correos que se ha publicado ahora, se leen sus titubeos: "Esto es embarazoso", decía. A través de semanas de bloqueos, finalmente encontró un hilo conductor: contar su historia.
Hawley le ayudó a estructurar el discurso en tres partes. Una sobre seguir lo que amas. Otra sobre cómo la vida se conecta hacia atrás. Y una tercera sobre la muerte. Fue este último punto el que dio más fuerza emocional al texto. Jobs había sido operado de un tumor pancreático y sabía que su tiempo podía ser limitado.
El ensayo no fue sencillo. Lo leía a su familia durante las cenas. Practicaba en voz alta, caminando. Corregía y corregía. Hasta el último momento, incluso en el coche hacia el campus el día de la ceremonia, iba retocando palabras. Cuando llegó, temblaba. "Nunca lo vi tan nervioso", recordaría su esposa Laurene.
El día más caluroso, el público más distraídoLa ceremonia se celebró el 12 de junio de 2005, bajo un sol sofocante. El ambiente era festivo, caótico. Los estudiantes iban disfrazados, con sombreros absurdos y la resaca del día anterior a cuestas. Jobs, vestido con una túnica sobre sus inseparables vaqueros Levi's y sandalias Birkenstock, no tenía el aura de estrella que mostraba en las keynotes de Apple.
Leyó el discurso desde papeles impresos, sin improvisar, sin buscar aplausos. No hubo bromas, salvo una ligera crítica a Windows. Pero su tono sincero, su fragilidad, su elección de palabras —"Stay hungry, stay foolish"— tocó una fibra. Aunque la ovación fue tibia al principio, pronto se transformó en respeto profundo.
Curiosamente, Jobs salió convencido de que había fracasado. "No fue bien", confesó. No sabía que acababa de plantar una semilla cultural.
La lenta viralización de un mensaje atemporalNi Apple emitió nota de prensa. Ni The New York Times lo cubrió. Pero el discurso apareció en el rudimentario sitio web de Stanford y empezó a circular por correo electrónico. Fue el boca a boca digital tras su muerte lo que lo convirtió en fenómeno. Como una carta manuscrita reenviada entre generaciones.
En 2005, YouTube apenas tenía unos meses de vida. Twitter ni existía. Facebook era solo una red universitaria sin muro de publicaciones. Aun así, el discurso trascendió. Su visión sobre cómo la muerte es el mejor motor de la vida, o cómo las piezas solo encajan cuando miras hacia atrás, tocó a estudiantes, emprendedores y padres.
Una prueba del impacto: en 2016, LeBron James puso el vídeo para motivar a sus compañeros tras ir perdiendo las Finales de la NBA. Ganaron. Kevin Love escribió "stay hungry, stay foolish" en sus zapatillas.
La historia detrás del mitoLo más poderoso de aquel discurso no fue su forma, sino su fondo. Jobs no ofreció citas célebres de autores clásicos. No buscó agradar. Fue honesto. Habló de su adopción, de ser despedido de Apple, de su cáncer. Habló del miedo. Del fracaso. Y de seguir tu intuición, aunque no sepas a dónde lleva el camino.
También fue la única vez que reconoció abiertamente, en un escenario, que la muerte era una presencia cercana. Para una figura tan hermética, obsesionada con el control, aquello fue una rendición, un acto de entrega. Años después, en 2011, Jobs murió. Y su discurso, como una cápsula del tiempo, cobró un nuevo sentido.
eleconomista